No todo brindis es motivo de celebración: Reflexionemos sobre el consumo de alcohol, ¿Verdadero alivio o escapatoria emocional?
- bienestarlabchile
- 18 nov
- 3 Min. de lectura
En nuestra cultura social es común que una copa o un brindis formen parte de los momentos alegres (celebraciones, encuentros, logros). Y de hecho, disfrutar socialmente no es malo.
Pero, ¿Qué ocurre cuando el alcohol empieza a ocupar otros espacios emocionales? ¿Cuando deja de ser solo “una copa para relajarse” y se convierte en “una estrategia para no sentir”? El consumo de alcohol puede actuar como una señal: quizá de cansancio, de angustia silenciada, de un momento difícil que creemos que “se lleva mejor con algo de alcohol”. Invitar a mirar con empatía: ¿Qué emoción estoy regulando cuando tomo? ¿Estoy celebrando, o estoy evitando algo?

Datos que nos invitan a mirar con atención
En adultos mayores en Chile, el 12,8% reportó consumo combinado de alcohol y fármacos sin prescripción, siendo el hombre, sin cohabitación sentimental y con bajo apoyo social los grupos de mayor riesgo.
Un estudio en Chile estimó que el 9,8 % de todas las muertes en el país en 2009 eran atribuibles al consumo de alcohol.
Cuando el consumo pasa a patrones de ingesta en exceso, los vínculos con salud mental (ansiedad, depresión) se hacen más visibles: en jóvenes urbanos chilenos, quienes reportaron ingesta excesiva tenían significativamente mayor probabilidad de sentirse “siempre o casi siempre deprimidos” o muy ansiosos.
Estos datos no buscan alarmar sin sentido, sino invitarnos a una mirada más consciente de qué está detrás del vaso.
¿Por qué el alcohol puede parecer “salvavidas” emocional?

El alcohol es legal, socialmente aceptado, disponible: se asocia a ocio, desconexión, “relajarse”.
Cuando hay cansancio emocional, exceso de responsabilidades, duelo, soledad o angustia no expresada, el alcohol puede aparecer como una forma rápida de aliviar o de “callar la emoción”.
Pero esa aparente solución tiene un precio: el alivio es temporal; la emoción subyacente sigue ahí, no se procesa; puede generarse tolerancia, dependencia, riesgo para el estado de ánimo, dormir mal, alterar relaciones o rendimientos.
Cuando lo que antes era “una copa” se convierte en “una estrategia frecuente para sentirme bien o no sentirme mal”, conviene detenerse y mirar:
¿Qué estoy evitando? ¿Estoy celebrando? ¿Estoy regulando una emoción?
Señales para mirar con cuidado
Te invitamos a estar atenta/o a preguntas como estas:
¿Cuántas veces en la última semana o mes sentí que bebía para “relajarme”, para “olvidar” o para que la emoción bajara?
Después del consumo, ¿Cómo me siento? ¿Relajada/o, o con culpa, confusa, sin ganas de lo que normalmente me importa?
¿He sustituido herramientas saludables de regulación (como conversar, caminar, actividad física, hobby, descanso) por “una copa para apagar”?
¿Hay momentos, personas o emociones que disparan el deseo de beber más de lo planeado?
Si bebo “como antes”, ¿Puedo controlar cuándo parar? ¿O el patrón empieza a mandarme más de lo que mando yo?
Una invitación al cuidado consciente
Si decides consumir alcohol (o ya lo haces regularmente), te invitamos a considerarlo desde una mirada más cuidadosa, no para juzgarte, sino para acompañarte con amabilidad:

Celebra con conciencia: una copa puede ser parte de un festejo, pero darte cuenta si está ligada a un motivo sano o a una pausa emocional que necesitas.
Tómate un minuto antes de beber: “¿Por qué lo estoy haciendo?” “¿Qué emoción traigo?” “¿Qué otra cosa podría ayudarme en este momento?”.
Alternativas al “brindis automático”: compartir sin alcohol (infusiones, mocktails), dar un paseo al aire libre, charlar con alguien de confianza, escribir lo que siento, meditar unos minutos.
Si el patrón “necesito beber para relajarme / para que me siente bien” se repite, valora buscar apoyo profesional: quizá estás cargando emociones que merecen espacio y contención.
Llamado a compartir y acompañar
Compartir esta reflexión puede abrir conversaciones: muchas veces otros piensan “no pasa nada”, “es normal”, sin darse cuenta. Visibilizar ayuda.
Si acompañas familias o grupos, invita a hablar sobre qué capacidades de regulación emocional tienen, y cómo el alcohol puede “silenciar” pero no resolver.
Construyamos una cultura donde el brindis no sea automático, sino consciente: disfrutar sí, evadir no
_edited.jpg)



Comentarios